viernes, 2 de noviembre de 2018

2018 11 02 Recordando enseñanzas en el Día de Difuntos


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Siguiendo el ejemplo de Marco Aurelio, emperador de la Roma Antigua, que nos enseñó la importancia de la sencillez en el ejercicio del poder y la importancia de dejar constancia, como un simple ser humano agradecido, como él, de las enseñanzas recibidas; recuerdo, en este día de difuntos, las enseñanzas siempre vivas que me dejaron personas ausentes que tuve el privilegio de conocer.

En mi familia

Mi padre, Joaquín, que me enseñó muchas cosas importantes: que la felicidad en la vida consiste en la resolución de problemas y no en la ausencia de problemas; que hay siempre que tener metas nobles, de mejoramiento de la situación personal y de la humanidad, de la dignidad y la existencia espiritual y material y disponer el cuerpo y el alma para el sacrificio con la finalidad de conquistarlas; que de nada ni de nadie se permita un daño a la dignidad personal; la afición por la filosofía y la música clásica, especialmente por Hegel, Marx, Engels, Beethoven y la Marimba.

Mi madre, Conchita, el amor y el respeto a la figura de Jesús, el Cristo, y sus enseñanzas, especialmente en la figura de su Sagrado Corazón; el respeto y amor a la familia; la inducción, no siempre fructífera en mi persona, de importancia del desarrollo de la capacidad empresarial; el respeto al trabajo, por muy humilde que sea, esta enseñanza la recibí tanto de ella, como de mi padre; la incansable lucha y aporte para educar al prójimo y educarse constantemente.

Mi Tía Elisa, me enseñó la humildad, la sencillez, el amor incondicional familiar y la nobleza del servicio de educación de la niñez pobre.

Mi abuelo paterno, José María, también el amor familiar, la dedicación al trabajo; de él al igual que de todos, aprendí a estar siempre ocupado.

Mi mamá Toña, mi abuela, la importancia de prodigar cariño en la atención familiar.

En mi Colegio

Padre Benito Arturo Contreras, me enseñó a cultivar el hábito de la lectura en la literatura clásica; la importancia de la formación sistemática en la oratoria forense; la importancia de la felicidad de una amistad respetuosa de las convicciones políticas personales, y la valoración distinguida de la persona, su educación y su amistad.

En mi lucha política y universitaria

Felipe, me mostró la importancia del arrojo y el coraje y la capacidad organizativa, que con pocos, se puede hacer mucho.

Félix, de quien mi padre Joaquín, fue maestro, y ambos, me enseñaron la tenacidad, el respeto a la democracia, el razonamiento del sacrificio personal por las causas nobles.

Jesús Rojo, me enseñó como se combina la claridad y la pureza política con el pragmatismo político y la lealtad política.

Hugo, me enseño la sencillez con que se entrega una amistad personal incondicional y la importancia del trabajo intelectual en la lucha por la justicia social.

Elizabeth y Ethel, me enseñaron como opera la sencillez en la entrega por las convicciones y lucha democráticas.

Angelita y Chepe, me enseñaron como el amor por la lucha social, puede ser amor filial.

Cristóbal, me enseñó como se combina la sencillez con la inteligencia práctica y la lealtad en el trabajo.

En el Día de los Difuntos recuerdo que he tenido la fortuna de recibir positivas enseñanzas de personas cuya grandeza recuerdo siempre y también enseñanzas negativas de personas cuya pequeñez también recuerdo siempre; las enseñanzas positivas y negativas siempre perduran, pero están siempre como guardianes las enseñanzas positivas en lo personal y en lo social, encaminadas a vencer las enseñanzas negativas...¡¡¡hasta la victoria siempre!!!
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martes, 23 de octubre de 2018

Recordando algunos consejos de Joaquín

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Mi padre, Joaquín, acostumbraba a darme consejos, con diferentes expresiones. Recuerdo algunas de ellas:

* No tires margaritas a los cerdos.
* No te des topetazos con un chivo.
* No pelees con reglas de boxeo con un peleador callejero.
* Para caminar mil kilómetros tienes que empezar con el primer paso.
* Mientras más alto eleves el pensamiento más grande puede ser tu abatimiento.

domingo, 13 de mayo de 2018

El respeto personal de Conchita

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Un par de anécdotas que tipifican el comportamiento de autorespeto, que imponía ante otras personas, Conchita Alas, y que pude presenciar de manera directa, las recuerdo en este mes de mayo del año 2018, a poco más de un año de su partida física.

En El Salvador, el término "hijueputa" o simplemente "puta" es frecuentemente utilizado en lenguaje coloquial. Leonardo Heredia, un conocido personaje de la radio y televisión salvadoreña, me parece, es quien mejor ha expresado la función de la palabra "hijueputa" en el léxico salvadoreño.

Pues bien, en una oportunidad hice alusión probablemente a un error cometido usando la palabra. Conchita, que me estaba escuchando dijo al momento...:..."momento, Usted trátese como quiera pero su madre no es eso que esta diciendo..."

En una sociedad machista como la salvadoreña, las mujeres siempre andan a la defensiva. Especialmente las mujeres consideradas "bonitas". En una oportunidad mostrando una fotografía de Conchita con sus dos hijos, pequeños en década del 50 del siglo XX, una mujer bonita, exclamó: que bonita era su mamá. Comprendí una de las razones del porqué era usual que mi madre anduviera frecuentemente acompañada de sus hijos en toda clase de diligencias.

Conchita tenía valentía y solidaridad con otras personas. En una oportunidad en el vecindario se excedían en una fiesta y Conchita pidió que moderaran el volumen de voces. Una señora participante en la fiesta, enfadada y sumamente alterada asió fuertemente con su mano derecha una botella de cerveza y se dirigió a golpear a Conchita quien no se inmutó. Ante el intento de agresión las vecinas que estaban con ella detuvieron a la agresora. Yo era un niño y me dejó perplejo y asombrado la serenidad en ese momento tenso, por parte de Conchita.

Cuando estuve preso en 1979, capturado junto con Sebastián Vaquerano, ahora, Embajador de El Salvador en Costa Rica, y que nos daban por desaparecidos porque, pese a la búsqueda de nuestros familiares y sus contactos de suficiente nivel para poder ubicarnos en la tercera planta de la Policía Nacional, donde nos recluían en una celda, no habían logrado localizarnos, al fin, llegaron a sacarnos de la Policía Nacional, Conchita, mi padre, Joaquín, y Modesto Vaquerano, hermano de Sebastián. Iban acompañados de Rodolfo (Fito) Castro, viejo amigo, compañero de lucha social y universitaria. Conchita, enmedio de la terrible presión psicológica que implicaba estar dentro de un edificio donde el poder y los abusos de la dictadura militar eran cosa de todos los días se me acercó y me dijo: "Dile al Doctor Castro que en cuanto pueda, se vaya, él corre mucho peligro estando aquí".

Acusados falsamente de andar difundiendo literatura subversiva y creyendo que una caja de lata de galletas "Lido" era una bomba, nos capturaron y remitieron a la Policía Nacional. Nos capturaron en un pick-up marca "Pony", color blanco, en el cual nos dirigíamos a comprar libros a la librería de la UCA.

Impresionante actitud la de Conchita: ¡El Pick Up Pony en que nos capturaron estaba a nombre de Conchita y en la Policía Nacional tenían la tarjeta de circulación!

Por fortuna todos los hombres y solamente Conchita como mujer, salimos para nuestras casas, liberados, después de pasar otros tensos momentos que ya he relatado en alguna oportunidad.

Moriré dando gracias a la vida, por la respetable madre que tuve.

jueves, 10 de mayo de 2018

Recordando a Conchita

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Este día de la madre, recuerdo a Conchita, agradeciendo a la vida, el privilegio de haber sido su hijo. De extracción muy humilde, luchando en y con la pobreza, y con toda la modesta contribución del caso, apoyando a los hermanos y hermanas que ya estaban en San Salvador. Conchita, fue la última de 6, 3 hermanos y 2 hermanas; Juan, el menor de sus hermanos contaba a sus cerca de 90 años, que todos y todas le agradecían y respetaban a Conchita, porque siendo la menor, se quedó luchando en su pueblo con la madre de ellos, madre soltera. Los hijos e hijas que tuvo fueron de diferentes padres, yo diría padres irresponsables. Conchita le ayudaba a su madre a fabricar "jabón de cuche", a destazar reses o cerdos, y luego ayudaba a su madre a vender la carne y a recoger en el vecindario la ceniza que le regalaban a su madre; la ceniza que era el residuo de las cocinas rudimentarias del vecindario, era un material de gran importancia en la fabricación del "jabón de cuche". Los hermanos y las hermanas de Conchita habían emigrado hacia la capital, San Salvador y ella se había quedado sola, con su madre, en su pueblo del Departamento de Chalatenango, en el Municipio de San Francisco Lempa, que geográficamente bordea ahora, el lago artificialmente creado, llamado Suchitlán, producto de la construcción de una presa hidroeléctrica.

La pobreza en que vivía la familia era tal, que Juan cuenta, que cuando Conchita era una bebé y lloraba en la hamaca en que reposaba, solicitando alimento y su madre se encontraba ocupada combatiendo en la trinchera de la lucha por la vida, destazando animales para producir la carne o haciendo "jabón de cuche" ambos productos destinados para la venta y no le quedaba tiempo de amamantarla, tenían una cabrita, que Juan recuerda con amorosa, agradecida y respetuosa expresión, porque ante los llantos de la niña la cabrita se le acercaba, acercándole también sus ubres para la que la niña se amamantara. 

Conchita fué la última en emigrar a la capital, San Salvador, junto con su madre, Mamá Toña.
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